La filosofía de Schelling estuvo en continua evolución. Al principio, su pensamiento se basaba en esencia en un análisis profundo de las ideas de los filósofos alemanes Immanuel Kant y Johann Gottlieb Fichte y de las del filósofo holandés Baruch Spinoza. El principio fundamental de esta fase de su trabajo es la identidad del sujeto y el objeto, que llegó a ser la base de una filosofía de la identidad que era panteísta en su naturaleza general, equiparando a Dios con las fuerzas y las leyes del universo. Para Schelling no son aceptables ni el criticismo, que considera al sujeto como un objeto, ni el dogmatismo, que hace un absoluto del objeto. En el lugar de la sustancia, dice, debe colocarse el yo absoluto y entonces puede plantearse la libertad como el objeto de una intuición intelectual. En su segunda época, rechazando el panteísmo como negativo, desarrolló lo que él llamaba una filosofía positiva, en la que definía la existencia humana como el modo de reserva por parte de lo Absoluto. La esencia de la humanidad es la libre actividad creativa.